15 de enero de 2012

El manuscrito metódico

Siempre que uno vuelve a repasar con la vista, o con el plumero, las estanterías de su casa se arriesga a encontrar algo inesperado: un recorte de periódico, una factura del gas sin abrir, un librito polvoriento. Precisamente esta mañana, en uno de esos repasos plumeriles, ha caído en mis manos El manuscrito metódico, un pequeño ejemplar de color sepia, muy desgastado y con la firma de mi abuelo en la primera página: "Si este libro se pierde, ruego lo entreguen a propiedad de Luis Abad".

Esta insignificancia impresa, escrita por un tal Antonio Bori y Fontestá, "profesor normal" y director de una escuela municipal de Barcelona, y aprobada su publicación por la Autoridad Eclesiástica (así, con mayúsculas) gracias a la censura de un presbítero, venía a ser un manual imprescindible para los abuelos de mi generación, pues con él se ejercitaban -allá por los años 20 y 30- en una actividad indispensable: la correspondencia manuscrita.

Según nos explica El manuscrito metódico, "antes de escribir una carta, debe procurarse pensarla bien y adornarla de cierta tranquilidad de espíritu, aun en aquellas que los asuntos puedan alterar nuestros ánimos, porque, si la persuasión y buena forma todo lo alcanzan, el empleo de palabras ágrias ó mortificantes sólo conduce á la negativa de lo mismo que deseamos". Y sigue el maestro: "la adición de postdatas, las raspaduras y los borrones, á más de causar censurables distracciones, son pruebas de desaliño que conviene evitar para no dar lugar á una torcida apreciación de nuestros respetos y fuerzas".

No puedo evitar preguntarme qué pensaría el maestro Bori y Fontestá de esta afición tan nuestra de intercalar compulsivamente signos matemáticos, palabras sin vocales y jajajás en los textos (que sin duda, también dan lugar a "torcidas apreciaciones"). Al fin y al cabo, son como las risas enlatadas de las teleseries de humor, que se empeñan en subrayarnos el momento de la carcajada, como si no supiéramos nosotros lo que nos hace gracia. ¿Aprobaría este maestro el uso y el abuso de los emoticonos? Claro está que distraen, aunque no está tan claro si desaliñan o adornan, con tanto colorín como llevan.

Pero avanzando un poco en la lectura de esta obrita (que reproduce, tras una breve introducción, una gran cantidad de cartas personales y comerciales), nos damos cuenta de por qué la Iglesia concedió tan sólido beneplácito a este manual escolar. La fe y la vida religiosa parecen estar presentes en las vidas y palabras de todos los escribientes:

"Apreciada mamá: hoy que la Iglesia celebra el día de su Santísima Patrona..."
"Hoy aguardamos en el Colegio la visita del Sr. Obispo..."
"Estimada abuelita: grande es el contento que tengo por aproximarse la fiesta de los Santos Reyes..."
"En este propósito, debes acordarte, hijo mío, de que el temor de Dios es el principio de toda sabiduría..."
"Mi muy amada amiga en los purísimos corazones de Jesús y María..."

Si olvidamos por un momento el estilo empalagoso de estas cartas,  encontraremos un gran respeto hacia los remitentes debajo de todo el sirope, incluso cuando se trata de reclamar el pago de una deuda: 

"Muy señor mío: Aunque supongo que será por olvido, me causa cierta extrañeza no haya V. saldado la pequeña deuda que tiene conmigo. Me permito, pues, recordárselo y no dudo procurará verificarlo á la mayor brevedad posible atendida su insignificancia".

¿Hipocresía, ingenuidad, constreñimiento? Puede ser, pero sin duda cundía la creencia de que las buenas maneras facilitaban la vida de todos, emisores y receptores, aunque, a menudo, noñez y cortesía parecían indisolubles:

"Amada profesora: un mes cumple hoy que abandoné ese bendito lugar. Alegre y rebosante de satisfacción regresé al lado de mi idolatrada mamá..."

Y para rematar la faena con la pluma, y de paso evitar escribir con todas las letras fórmulas de despedida aún más engoladas, antes de la firma solían colocarse las siguientes abreviaturas: S. S. S. (su seguro servidor) y mi preferida: Q. S. M. B. (que sus manos besa). Y una, por supuesto, no tenía por qué excluir la otra.

Así que, a partir de ahora, disponed, queridos lectores de este primer post, de vuestra affma. S.S.Q.V.M.B. ;)